CAPÍTULO 28
Emmet se sentó, meditando en silencio, sus pies
apoyados en la repisa de la ventana de la habitación de hospital. Después de
que el abogado de distrito terminó y salió del cuarto, Bella se quedó dormida,
claramente exhausta por el encuentro.
El hospital entró en un frenesí de actividad,
dirigida por los dos agentes. Aún ahora, un policía estaba vigiando la puerta,
y solo el personal del hospital y los hermanos Cullen tenían permiso para
entrar.
Emmet podía sentir el reloj marcando, y no le
gustaba nada. Miró el pálido rostro de Bella. Estaba demasiado delgada, no
estaba suficientemente recuperada para enfrentar su bastardo esposo. Necesitaba
descansar, recuperarse.
— ¿Qué crees qué está pasando? —Jasper murmuró,
sentándose a su lado.
—No hablen en voz baja, pensando que no los voy a
oír —dijo Edward resentido—. Si discuten algo, quiero escuchar.
—Intentamos no despertar a Bella —dijo Emmet
deliberadamente. Se giró hacia Jasper—. Quiero saber que está pasando en su
cabeza. Se culpa de lo que le pasó a Edward, y actúa movida por ésa culpa.
Edward juró algo que habría hecho a su madre que le
lavara su boca con jabón.
— ¿Entonces qué hacemos? —preguntó Jasper.
Emmet agitó su cabeza. Se sentía tan impotente.
—No lo sé. Tiene que ser su decisión. No podemos
decidir por ella.
—No quiero perderla —dijo Edward en voz tensa.
— ¿Cree qué nosotros sí? —preguntó Jasper. Ira y
frustración hervían en sus ojos.
Emmet se flotó la cara. Estaba hecho un manojo de
nervios. Cansado. Frustrado. Y muerto de miedo de perder a la mujer que
significaba todo para ellos.
— ¿Cómo podríamos dejarla marchar? —Exigió Edward—.
¿Quién va a asegurarse que el bastardo de su marido no volverá a hacerle daño?-
Emmet giró la cabeza hacia la cama cuando oyó a Bella
moverse y suspirar suavemente. Sus ojos temblaron y se abrieron, y él se le
acercó.
— ¿Cómo te sientes, cariño?
—Cansada —susurró ella.
Él se sintió culpable de lo que iba a hacer, pero no
la dejaría marcharse sin luchar. No necesitaba ser presionada, pero era eso lo
qué él iba a hacer.
— ¿Qué está pasando, cariño? ¿Por qué llamaste al
fiscal? No me gusta lo que implica esto.
Lo miró fijamente con sus hermosos ojos. Ojos que
estaban cargados de tristeza. Y miedo. Como si tuviese miedo de cómo
reaccionaría cuando contestara a sus preguntas.
Su tripa se apretó incontrolablemente.
—Lo tenía que hacer —dijo ella.
—No, no lo tenías que hacer —refutó Edward.
Lágrimas llenaron sus ojos.
—Casi mueres, Edward. Por mi causa. ¿Tienes alguna
idea de lo qué me hizo? ¿Cómo me hirió? No puedo aceptar el pensamiento de
perder a alguno de vosotros. Os amo demasiado.
Emmet miró a Edward. Su hermano estaba cerca de
perder el control. La ira y el pesar lo consumían.
—Yo soy el que te falló —dijo Edward casi en grito—.
¿No lo entiendes? He dejado que aquel bastardo entre en nuestra casa. Lo dejé
llevarte. Lo dejé casi matarte. Te fallé igual como fallé a aquellos
prisioneros en Irak-
Las lágrimas bajaban por el rostro de Bella.
—Edward…
—No te dejaré hacer esto, Bella. No te dejaré
sacrificarte para nosotros —dijo Edward ferozmente.
Luchó para sentarse, y Emmet se inclinó para
envolver su hombro con el brazo.
—Hice un acuerdo con el abogado de distrito —dijo
ella—. Un acuerdo que no voy a romper. Es algo que tengo que hacer. Por todos
nosotros.
La nausea invadió el estómago de Emmet, y él y Jasper
cambiaron miradas aterrados.
— ¿Qué tipo de acuerdo? —preguntó Jasper débilmente.
—Voy a testificar contra Jacob.
Emmet agitó la cabeza.
—No. No, no, ¡no! Es demasiado peligroso. Irá a por
ti con todo lo que tiene.
—Me voy —añadió Bella suavemente—. Hasta el juicio.
Estaré bajo protección.
Emmet se levantó. Apretó los dedos en puños. Dios,
quería pegar algo.
— ¿Por qué? ¿Por qué estás haciendo esto? —exigió
él. Ya no le importaba si sonaba enfadado. No podía obligarse a tratarla con
suavidad cuando ella lo estaba despedazando por adentro.
—Lo estoy haciendo por ti.
La declaración era firme. Acentuada por la barbilla
levantada. Fuego relucía en ojos, que estaban tan cansados hace unos momentos.
Emmet cerró los ojos, intentando controlar la ira.
Quería gritar. En vez de esto, se dio la vuelta y salió. No podía confiar en sí
mismo para hablar cuando todo lo que quería hacer era gritar.
Bella lo vio salir y sintió que su mundo se
fragmentaba y se partía en pequeños pedazos. Estaba más enfadado que nunca.
Enfadado con ella.
Miró la traición que surgía en los ojos de Jasper y Edward.
¿La odian todos?
—Vayan con él —los pidió suavemente—. Os necesita.
—Te necesita a ti —señaló Jasper.
—No lo dejen hacer alguna cosa estúpida —continuó
ella.
—Necesito aire —dijo Edward en una voz derrotada, de
la que ella se avergonzaba.
Jasper agitó la cabeza, mientras seguía a Edward
salir del cuarto.
Bella llevó la mano al rostro cuando los sollozos
que intentó tan fuerte contenerlos, salieron burbujeantes. Intentaba respirar,
pero fuertes, rasposos, discordantes continuaban a salir de su garganta.
La enfermera entró por la puerta, con una expresión
preocupada en el rostro. David Masterson la seguía de cerca.
— ¿Necesita de algo para el dolor? —preguntó la
enfermera.
¿Para el dolor? Si solo una simple droga se llevaría
la agonía de su corazón.
Bella agitó su cabeza. Quería estar alerta.
Necesitará todo su ingenio y agudeza en los próximos días.
—Sra. Black… Bella, hablé con su médico, preparamos
todo para trasladarla a una clínica privada en otro estado. Si está de acuerdo,
saldremos dentro de una hora.
Bella se quedó en boca abierta.
— ¿Así rápido?
—Es imperativo moverla a un lugar seguro cuanto
antes. Su esposo ya demostró que es capaz de cualquier cosa. No tuvo problemas
en encontrarla. Es solo cuestión de tiempo que la encuentre aquí.
Los hermanos. Jacob también descubriría a Emmet, Jasper
y Edward. Donde estaba ella, estaban ellos. ¿Si él pudiera encontrarla tan
fácilmente, lo qué haría con los Cullen?
—Estoy lista —dijo en una voz firme.
Emmet supo que algo estaba mal, desde el minuto en
el que salió del ascensor. La enfermera quien debería cuidar a Bella en este
turno no le miraba en los ojos. De hecho, iba corriendo en dirección contraria
tan rápido como le permitían sus piernas.
Murmuró algo. Le llevó como dos horas para calmarse
suficiente para pensar racionalmente. Jasper y Edward no lo ayudaron. Estaban
igual de enfadados.
Los tres se
dirigían hacia al cuarto de Bella. Emmet notó la ausencia del policía que había
estado antes. Cuando abrió la puerta, encontró una cama recientemente hecha.
Una cama vacía. Entró rápidamente por la puerta, empujándola contra la pared.
El cuarto estaba vacío. Completamente vacío. No
había ningún rastro de que Bella estuvo allí.
Volvió al pasillo, sus hermanos estaban junto con
él. Caminó hasta la sala de las enfermeras y golpeo el mostrador.
— ¿Dónde está? —exigió él.
Una señora mayor, quizá la enfermera jefa, se
levantó y extendió la mano para aplacarlo.
—Fue trasladada a otra clínica. Una que tiene mejor
seguridad que nosotros.
— ¿Dónde? —preguntó mordaz Emmet.
—No te lo puede decir.
Emmet se giró y vio a David Masterson a pocos
metros. Tuvo que dominarse para no romper la nariz al agente.
—Dejó esto para usted —dijo David, extendiéndole una
nota doblada—. No se preocupada, Sr. Cullen. Cuidaremos bien de ella.
Emmet observó, aturdido, como David se giraba y
caminaba por el pasillo, en dirección al ascensor. Se quedó mirando fijamente
el papel de su mano, con el estómago revuelto. Con las manos temblando, abrió
la nota. Dos palabras. Tan simple.
Os
amo.
Rompió la nota y la tiró hacia la pared. Sus
hermanos tenían las mismas expresiones de incredulidad. Edward dio un puñetazo
a la pared, haciendo un agujero en el yeso.
— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó despacio Jasper.
—Volvemos a la cabaña. Y esperamos que vuelva
—dijo Emmet.
Ojalá todo salga como Bella espera y pueda regresar lo mas pronto posible :D
ResponderEliminar