miércoles, 12 de septiembre de 2012

La mujer de los Cullen


                                                          CAPÍTULO  17


Bella cerró los ojos mientras Emmet lavaba suavemente su cuerpo bajo el agua caliente de la ducha. Él la besó y chupó entre un masaje y otro hasta que ella casi enloqueció de placer.
Cuando las manos se deslizaron entre sus piernas, alejando los suaves pliegues circundantes de su clítoris, su abdomen entero se estremeció y endureció. Corrió los dedos por los pliegues, masajeando el clítoris, mientras enjabonaba suavemente los rizos.
—Por favor —imploró ella.
— ¿Por favor qué? —preguntó él, moviendo la mano.
— ¡Oh Dios, no pares!
Él se rió y cerró el grifo. Salió de la ducha, y ella miró la forma como el agua se deslizaba por el cuerpo musculoso.
Deprisa, él se envolvió con una toalla y se volvió. Envolvió una grande toalla alrededor de su cuerpo y la sacó de la ducha. Secó su piel y su pelo, después dejó la toalla al lado, dejándola desnuda delante de él.
Envolvió las grandes manos alrededor su cintura y la alzó sobre el lavabo. Lo miró con sorpresa, mientras que él separaba suavemente sus piernas, tocando su coño con las manos y los ojos.
—Hace algún tiempo que quiero hacer esto —dijo, cuando alcanzó una bolsa con artículos de toilette.
Ella lo miro fascinada cuando él saco una navaja y un pequeño bote de crema de afeitar.
—Solo el pensar de ver tu coño todo rosado y desnudo, liso y suave… me deja duro —dijo en voz ronca.
Ella tembló, pequeños escalofríos golpeaban sus puntos en su piel.
Él deslizó un dedo en su centro mojado, entonces lo movió hacia arriba, dividiendo sus pliegues. Después, bajó la cabeza y chupó su clítoris.
Ella casi se cayó del lavabo, el cuerpo convulsionando fuera de control, cuando la sensación se disparó por su barriga.
Él se irguió y gimió.
—Eres tan malo —se quejó ella.
Él se rió, después mojó el pincel en el lavabo. Cerró los ojos y se apoyó contra el espejo, cuando él empezó a aplicar la crema en su coño.
Los golpes eran excitantes, cada uno haciendo que los dientes se presionaran un poco más fuerte. Inquieto, suave, no duro, pero lo suficiente para hacerla alcanzar el clímax, cada toque la dejaba más loca de lujuria.
Varios tortuosos minutos más tarde, él se alejó. Corrió un dedo por la piel desnuda y murmuró su satisfacción.
—Jasper y Edward van a estar muy contentos —dijo.
— ¿Y tú? —preguntó suavemente.
—Oh cariño, no podría estar más contento contigo.
Él la agarró, la sacó de encima del lavabo y la llevó a la sala de la suite.
Jasper y Edward estaban sentados en el sofá. Desnudos. Mirándola, parecían absolutamente deliciosos, quería correr la lengua por encima de aquellos cuerpos.
Y entonces se asustó. Debía estar soñando. Nada de esto era real.
Despertaría en algunas horas, de vuelta en el desorden que era su vida, inundada de sudor por el sueño más maravilloso que jamás tendría en la vida. Deprimida porque todo era una fantasía.
Jasper debió haber visto el desánimo en su rostro. Sus ojos ensombrecieron preocupados.
— ¿Qué te preocupa, muñeca?
Ella los miró, entonces Emmet que aún la agarraba firmemente en sus brazos.
— ¿Esto es real?
Tuvo que preguntar. ¿Qué mujer podía creer que una cosa tan fantástica podía sucederle a ella?
La mano del Emmet se deslizó por su cadera y pellizcó su culo.
— ¡Oh! —exclamó ella—. ¿Qué es eso?
Él se rió.
—Estoy pellizcándote. ¿Aún piensa qué esto es un sueño?
Agitó la cabeza asombrada.
—Si lo es, espero no despertarme nunca.
—Suéltala, Emmet —ordenó Edward—. Quiero ver cómo le quedó.
Ella se deslizó por el cuerpo de Emmet, hasta quedarse en pie. Jasper la llamó con la mano, y ella caminó para donde estaban en el sofá.
Se sentía desnuda. Expuesta. El aire tocaba su piel desnuda y hormigueaba.
Jasper se apoyo adelante, resbalando un dedo por su barriga, alrededor del ombligo, bajando por su cuerpo hacia la recientemente piel afeitada de su coño.
—Le quedó como imaginaba. Bonita. Rosada. Tan suave. No puedo esperar saborearla.
Jasper la empujó hacia él, haciéndola caer sobre su gran cuerpo. Chupó su pezón tenso, la boca iba de uno hacia el otro. La giró hasta ponerla encima en el sofá entre él y Edward, la cabeza en el regazo de Edward. Jasper deslizó la boca hasta sus caderas.
Firmemente, con sus manos enviaron una sensación que corrió todo su cuerpo, separando sus muslos. Sopló suavemente la piel hinchada. Un escalofrío se arrastro por toda ella, hasta la espina.
Su lengua se lanzó fuera, y ella gimió cuando la sintió hacer contacto con su coño. Él usó los dedos para separar la carne, y su lengua se clavó más profundo.
—Dulce. Tan dulce —murmuraba él.
Él dobló sus piernas y empujó sus rodillas contra su tórax, dejándola completamente abierta para su toque y visión. Sus dedos la exploraban, entonces él hundió uno adentro de ella. Lo retiró. Entonces dos dedos tomaron el lugar de uno.
Sacó los dedos y chupó su clítoris con la boca, girando la lengua en torno de la carne tensa. Ella gimió y se agitó, sus piernas se aflojaron, su barriga se convulsiono.
Las manos de Edward fueron a sus pechos, pellizcando los pezones hasta que ellos estuvieron duros y erectos. Emmet estaba al lado, sus brazos doblados sobre su ancho pecho.
Jasper continuó su sensual ataque entre sus piernas, hasta que su entero cuerpo se quedó bañado de sudor. Ella se arqueó hacia él, cuando estaba cerca de volver a correrse.
Entonces él alejó su cabeza. Las manos de Edward cayeron sobre el sofá. Su cuerpo se movió con esfuerzo. Ella empezó a protestar, pero Emmet estaba allí, empujándola.
—De rodillas —dirigió él, ayudándola a quedarse en esa posición—. Así. Pon las manos en la parte de atrás del sofá. Deja a tus pies oscilar fuera en el borde de los cojines-
Ella se posicionó de acuerdo con las instrucciones de Emmet, arrodillándose, para que su cabeza enfrentara la parte de atrás del sofá. Las manos se deslizaron en el borde del sofá, cuando miró a los hombres.
Emmet caminó alrededor de ella, hasta pararse con la polla a pulgadas de su boca. Ella se movió en su dirección, queriéndolo saborear, queriendo que él resbalara en su boca hasta su garganta.
Pasó las manos por su pelo, acariciando su rostro, corriendo las puntas de sus dedos alrededor sus labios.
Detrás de ella, sintió el movimiento de manos en las nalgas, examinando superficialmente su coño, abriéndole las piernas. Ardía de necesidad.
Emmet recogió su pelo en una mano, formando una coleta de caballo tras su cabeza. Con la otra mano, guía la verga en su boca. Cerró sus ojos y saboreó lo gusto él con la lengua.
—Sssí —siseó Emmet—. Se siente tan bien, cariño. Justo así. Tómame profundo.
Cuando Emmet empezó a trabajar su verga hacia adentro y fuera de su boca, Jasper se deslizó en su coño. Ella hizo sonidos suaves de aprobación a los dos hombres que la trabajaban al unísono. Eran exquisitos. Ella los dejó completamente al mando, permitiéndoles establecer la velocidad. Ella solo sentía. Disfrutando de la excitación de su seducción.
Emmet dejo caer la mano, permitiendo caer el pelo en cascada por encima de sus hombros. Se retiró de su boca, y ella lloriqueó, protestando.
Edward vino a sustituir a Emmet. Emmet desapareció de su vista cuando Edward se hundió en su boca. Jasper acariciaba sus caderas, agarrándola mientras empujaba lentamente dentro de ella. Se retiró, y el aire fresco sopló sobre su coño expuesto.
Entonces sintió las manos de Emmet cerrándose alrededor su cintura. Pasaron rápidamente por la superficie de su piel y se pararon posesivamente en sus nalgas. Él la masajeó y extendió las mejillas de su culo y puso la verga lubricada en la apertura anal.
La cabeza ancha de su pene penetró el músculo apretado y se hundió adentro con un suave estallido. Pulgada a pulgada, la penetró hasta que su abdomen descansó en contra el trasero de ella.
Bella lamió y mordisqueó la verga de Edward envolviéndola con la lengua mientras él hundía los dedos en su pelo. Estaba caliente entre los dos hombres, con sus vergas hundidas dentro de su cuerpo.
Sus manos se rizaron firmemente en torno del borde del sofá, los dedos pálidos por la presión. De repente Edward se retiró. La cabeza salió, dejándola sorprendida, entonces Emmet la agarró por la cintura y la levantó, su pene se hundió cómodamente dentro de su ano.
—Calma, cariño —murmuró él—. No te haré daño.
Él se giró hasta alejarla del sofá y entonces lentamente se sentó manteniéndola encima de él.
Él se acomodó, separando sus piernas. El placer en su culo la estaba consumiendo. Caliente. La pizca de dolor era arrolladora. Era una línea fina entre el placer más insoportable que ella hubiera experimentado y el mordisco de dolor erótico.
Edward entró entre sus piernas abiertas agarrando su pene con una mano. Ella finalmente entendió la posición en la que Emmet la puso.
Relajó su cuerpo contra el tórax de Emmet, dejando la cabeza junto al rostro de él.
Edward se acomodó y presionó la cabeza de su verga en la coño, haciendo presión hasta que se deslizó lentamente. El placer era más de lo que experimentó alguna vez. Edward se apoyó en ella hasta que quedó como un bocadito entre él y Emmet. Entonces Edward empezó a empujar.
Ellos juntos eran un sueño. Emmet acunó su cuerpo con el de él, absorbiendo los movimientos de los empujones de Edward sobre Bella.
—Eres tan hermosa —susurró Emmet contra su oreja—. Estás hecha para nosotros.
Ella se volvió y abrazó el cuello de Emmet, estirada entre los dos hombres. Cerró los ojos, cuando la boca de Edward encontró su pezón.
Gimió por la multitud de sensaciones que recorrían su cuerpo.
Las corrientes de fuego ardían a través de ella como rayos.
—Acaba para mí —dijo Edward—. Quiero mirarte alcanzar el orgasmo.
Acunada entre los dos hombres, sus cuerpos la adoraban, Edward le susurraba palabras duras que la estimulaban a correrse. Se dejo llevar. Se permitió caer en el oscuro abismo que la reclamaba.
Se sintió arrastrada en cuarenta direcciones diferentes, cuando su cuerpo saltó y se estremeció. Cerró sus ojos para ensombrecer las salpicaduras de colores brillantes en su visión.
Era como si alguien cortara una banda de elástico estirada firmemente. Su cuerpo se derritió contra Emmet. Oyó palabras calmantes contra su oreja, pero no entendía el sentido de ellas.
Las manos acariciaban su cuerpo liso cuando Edward suavemente se alejó. Emmet la giro hacia él, poniéndola con la barriga en el sofá. Empujó hacia adelante, empujando despacio. Una vez, dos veces y entonces ella sintió su descarga inundándola. Entonces él se alejó.
—Mi turno —dijo Jasper mientras la acunaba en sus brazos.
Ella cayó contra él, preguntándose qué más ellos podrían hacer para mejorar esto.
Jasper la llevó al cuarto y la acostó en la cama. Puso algo templado y liso sobre su parte de atrás. Entonces manos gentiles comenzaron masajear los músculos cansados. Ella gimió con pura satisfacción. Estaba equivocada. Podía haber algo mejor.

1 comentario:

  1. me encanta que nunca dejan de sorprender a Bella definitivamente se saco la lotería con ese trio :D

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