miércoles, 12 de septiembre de 2012

La mujer de los Cullen


                                                             CAPÍTULO  18


Bella secó las palmas de las manos en los vaqueros, mientras esperaban en el área de la recepción de la oficina del abogado. Estaba nerviosa por lo qué les diría el amigo de los chicos.
Lógicamente, sabía que no había nada que Jacob pudiera hacer para evitar el divorcio. ¿Hacer las cosas difíciles? Sí. Pero no podía evitar que pasara. Esperaba que su amenaza fuera suficiente para convencerlo de no impugnar.
Su dinero era otra cosa, pero sus padres lo pusieron en fideicomiso, y a menos que le diera el dinero a Jacob, él no tenía ninguna posibilidad de reclamarlo. Pero esto no significaba que no lo intentaría.
Cerró los ojos y estremeció. ¿Se va a liberar alguna vez de este error?
Calientes, consoladoras manos le apretaron los hombros. Jasper. Ya podía reconocer su toque. Distinguirlo del de Emmet o de Edward.
—Te estás preocupando demasiado, muñeca. Cuidaremos de esto. Te lo prometo.
Se volvió y sonrió débilmente.
—Quiero que se acabe.
—Lo sé. Se acabará.
Un hombre alto y bien vestido apareció en la sala de espera. Se acercó a donde estaba Emmet y extendió la mano.
—Emmet, me alegro de volver a verte.
—Cal —contestó Emmet.
Cal se giró para apretar las manos de Jasper y Edward y después se fijó en Bella.
—Debes ser Bella —le sonría calurosamente, y ella se relajó un poco.
Extendió la mano y estrechó a la de Cal.
—Gracias por recibirnos.
—Es un placer —giró y señaló en dirección al pasillo—. Si me acompañan mi despacho, podemos empezar.
Emmet alcanzó a Bella, y ella aceptó de buena gana su abrazo. La mano le apretaba la cintura de forma reconfortante, mientras seguían Cal en un despacho grande, con muebles carísimos.
Cal gesticuló que se sentaran, y ocupó la silla de detrás del escritorio de caoba.
—Emmet me contó la mayor parte de los detalles —miró a Bella—. ¿Puedo llamarla Bella? De alguna manera, no creo que le gustaría que le llamara Sra. Black.
—No, por favor, llámame Bella —dijo roncamente.
Él sonrió.
—Muy bien, Bella —abrió una carpeta y sacó un fajo de papeles. Los deslizó a lo largo de la pulida superficie del escritorio, en su dirección.
—Necesito que examine y firme estos papeles para que pueda empezar. Su caso es bien claro. Si no hay complicaciones u objeciones, el divorcio será final en aproximadamente noventa días. Obviamente, si surgen problemas, va a tardar más.
Bella miró fijamente los documentos que tenía delante. Sonaba tan simple. Noventa días. Podía estar libre en tres meses.
— ¿Que… que pasa si él no está de acuerdo? —susurró—. ¿Quiero decir, si no firma los documentos?
Miraba a Cal, intentando no expresar el miedo en su expresión. Quería parecer tranquila y segura de sí misma, pero por adentro tenía los nervios destrozados.
—Entonces lo mataré —masculló Edward.
Cal se rió.
—A pesar de que me gusta la idea de Edward, es mejor dejar esto en las manos del sistema legal. Una vez que se le entregan los documentos a su esposo, puede hacer una de estas tres cosas. Puede firmar los documentos, puede ignorarlos o puede contratar un abogado y aparecer ante el tribunal para refutarlos.
Él se inclinó hacia delante y apretó la mano de Bella.
—No importa lo que haga, no puede impedir que se divorciara de él. Todo lo que puede hacer es retrasar lo inevitable. Recuerda esto.
Bella soltó la respiración.
—Gracias.
Era todo lo que podía decir sin traicionar su agitación. Finalmente estaba tomando un papel activo en la decisión de su vida. Y se sentía muy bien.
Miró a Emmet, Jasper y Edward, incapaz de contener la pequeña sonrisa de sus labios. Después, volvió a mirar a Cal.
— ¿Ya está? ¿No tengo qué hacer algo más?
—No —dijo Cal.
Se paró un momento y respiró profundamente.
— ¿Tendré… tendré qué enfrentarlo en el tribunal?
—No.
La respuesta vino de por lo menos tres fuentes distintas y ella se giró en todas las direcciones.
Cal se rió.
—No. Si opta por ir a tribunal, es su opción, pero usted no está pidiéndole nada. No existe nada para debatir, así que dudo que vaya a aparecer, y en ese caso, apareceré en su lugar como su representante.
Ella sonrió, sintiendo relajarse todo el rostro. Cuanto más intentaba contener su alegría, más se ensanchaba la sonrisa de su rostro. Emmet acarició su espalda, para dejar después su palma en su hombro, apretándolo.
Cal la miraba atentamente.
—Se acabará pronto, Bella. Le aseguro.
Una lágrima se deslizó por su cara. Ella la secó impaciente, sin saber por qué estaba llorando. Estaba emocionada. Estaba aligerada.
—Gracias —dijo de nuevo.
Emmet se levantó y estrechó la mano de Cal.
—Te lo agradecemos, Cal.
Cal también se levantó.
—Me alegro de hacer lo que pueda. Saben esto. Nos mantendremos en contacto.
Bella siguió los hombres fuera del despacho. Edward se paró en el pasillo e inmediatamente la abrazó. Ella también lo abrazó, sintiéndose tan aliviada como él.
— ¿Quiere ir a un salón de belleza ahora? —preguntó Emmet, mientras salieron en el frío aire.
Ella asintió entusiasmada. Llegaron al jeep y Bella sentó delante. Suspiró profundamente y cerró los ojos.
— ¿Te sientes mejor? —preguntó Jasper, de detrás.
Abrió sus ojos y se volvió para mirarle.
—Ni sabes cuánto —dijo suavemente.
—Sé que me siento mejor —declaró Edward—. Cuanto antes se libre del nombre del bastardo, mejor.
Bella frunció la frente. No había considerado esa parte del nombre. ¿Una vez divorciada, volvería al nombre de soltera?
Ella no veía como usando Cullen, ya que no era exactamente legal estar casada con más de un hombre. Pero al mismo tiempo, quería pertenecerles, no quería ser vista como solamente una amante o una novia.
— ¿En qué estás pensando, cariño? —preguntó Emmet, mientras encendía el motor.
Ella no quería admitir exactamente lo que pasaba por su mente. Parecía muy atrevido. Odió la inseguridad que la invadía, a pesar de sus esfuerzos para mantenerla a la distancia.
Abrió la boca para contestar, pero no conseguía pronunciar las palabras.
—En nada —contestó tartamudeando levemente.
Emmet frenó y paró, sin salir del aparcamiento.
— ¿De qué es de lo qué tienes miedo? ¿Qué no quieres decir? Sabes que nos puedes decir cualquier cosa.
Ella se atragantó.
—Es ridículo.
Emmet agarró su barbilla, rozando suavemente su mandíbula con el pulgar.
—Odio que te preocupes tanto. Ahora dímelo.
—Esa cosa del apellido. Me estaba preguntando...
— ¿Preguntando qué? —cuestionó Jasper, inclinándose hacia delante en su asiento.
—Me gusta la idea de ser una Cullen —declaró, con la cara ardiendo—. Pero sé que no es posible.
— ¿Qué? —exigió Edward. Se inclinó hasta encontrar su mirada—. ¿Por qué no es posible?
Las expresiones de Jasper y Emmet también eran interrogativas.
—No me puedo casar con todos. Legalmente. Esto es si estaban pensando en casarnos. Oh, mierda, me hago un lio —murmuró, cerrando los ojos.
— ¿Cariño, dudas de lo mucho que te queremos?
Hesitó unos breves instantes, y asintió poco después.
—En cuanto es posible, tendrás nuestro nombre —continuó Emmet—. Lámame anticuado, pero nos perteneces. Queremos que seas una Cullen.
— ¿Pero cómo?
Él sonrió.
—No tienes que pensar más en ello, cariño. Es bastante simple. Te casarás con uno de nosotros en una ceremonia legal.
Se quedó con la boca abierta. ¡Qué estúpida! Aquella idea nunca le había ocurrido y era perfecta.
—Me gusta la idea de que ella está finalmente hablando de nosotros como algo permanente —dijo Jasper.
Miró hacia atrás y vio sus ojos brillando. La verdad es que se sorprendió hasta a ella. ¿Era una masoquista entrar en una relación cuando no se haya liberado de su primer y grande desastre?
No era un error. No podía ser un error. No podía permitirse pensar esto.
Emmet salió del aparcamiento y siguió calle abajo. Minutos más tarde, paró delante de un elegante salón de belleza.
Bella lo miró sorprendida.
Él le sonrió.
—Pregunté por el mejor salón. Me lo recomendaron varias personas.
Ella se inclinó y lo besó en los labios, antes de salir rápidamente del jeep.
—Eh, fue mía la idea de preguntar —murmuró Jasper, mientras la seguía.
Bella sonrió y le dio un beso casto en la mejilla. Entró directamente en el salón, donde fueron saludados por una alegre señora que parecía tener unos cuarenta años.
—No tengo cita —comenzó Bella.
— ¿Cómo te llamas, dulzura? —preguntó la mujer.
—Bella Bla… solo Bella—dijo ella.
La mujer anotó algo rápidamente en el libro de citas, después le sonrió.
—Bien, tienes suerte, Bella. Te puedo atender ahora mismo. Mi nombre es Irina. Ven conmigo y déjame echarte un vistazo. Después hablaremos sobre lo que necesitas, aunque ya puedo decir que necesitas algo de color.
Bella parpadeó mientras la mujer la rodeó, hablando todo el tiempo. Giró la cabeza hacia los hombres que tomaron asiento en la pequeña sala de espera. Emmet le sonrió y parpadeó.
Irina agarró una capa y puso alrededor del cuello de Bella, después se pasó los dedos por el pelo.
—Dulzura, odio ser la que te tiene que decir esto, pero tienes que despedir tu estilista. Éste es el peor tinte que he visto jamás.
Bella sonrió.
—Me temo que lo hice yo misma. Tenía prisa. Hice un desastre. ¿Puede arreglarlo?
— ¿Quieres teñirte de rubia?
—No, me gustaría volver a mi color natural.
Irina estudió la raíz del pelo durante un minuto.
—Claro, lo puedo arreglar, dulzura. No te preocupes. Venga hasta el lavabo y déjame lavarte el pelo.
Varios minutos más tarde, Bella se sentó en la silla, con el pelo húmedo. Irina empezó a peinarlo y Bella se relajó.
Irina se inclinó y preguntó en un murmullo alto:
—Ahora, dulzura, no quiero parecer curiosa, pero tienes que decirme cual de aquellos magníficos machotes es suyo.
Bella se congeló, una sonrisa se cernió en sus labios. Para un breve instante, consideró señalar a uno de ellos, ¿pero por qué debería importarle pensara de ella esta mujer?
—Todos los son —dijo suavemente.
Irina irguió las cejas.
— ¿Todos? Oh dulzura, dime que estás bromeando. ¡Ninguna mujer es tan afortunada! —le guiñó exageradamente a través del espejo.
Bella se rió y confirmó.
— ¿Hablas en serio, verdad?
Bella asintió.
Irina agitó la cabeza.
— ¡Dios! Tienes que decirme como hiciste. Daría algunos años de mi vida para tener dos, mucho más tres hombres que tengan este físico.
Bella la miró asombrada. No había ningún choque u ofensa en la voz de la mujer.
—Bien, no importa, dulzura, obviamente estás diciendo la verdad. Basta con ver cómo te miran. Cual si quisieran comerla en el almuerzo —Irina suspiró nostálgica—. Hace mucho tiempo, conocí un hombre que me miraba así.
— ¿Qué pasó? —preguntó Bella, curiosa a causa del deseo que sintió en la voz de la mujer.
—Oh, queríamos cosas diferentes. O por lo menos yo lo pensé. No podía creer en lo que veía en su rostro. Échate hacia atrás, dulzura, déjeme poner ese algodón alrededor de tu frente.
Bella obedeció, si esperó que continúe.
—Creo que al final se cansó de esperar. Se subió en su Harley y nunca volví a verle.
—Oh, qué mal —dijo Bella—. ¿No sabes cómo encontrarlo?
Irina parecía sorprendida.
—Bien, nunca pensé en intentar encontrarlo. Por supuesto, esto fue hace años. Probablemente está casado y tiene un montón de hijos.
—Quizá —murmuró Bella.
Dos horas más tarde, Irina giró la silla para que Bella viera en el espejo.
—Mírate, dulzura. ¿Qué piensas?
Bella miró fijamente su reflejo.
—Soy yo —susurró ella. No había mechas rubias brillantes en su pelo castaño claro. Las puntas habían sido cortadas y el pelo brillaba en la suave luz.
Irina la miró satisfecha.
—Pensaba que te iba a gustar.
Bella se levantó e impulsivamente abrazó a la mujer mayor.
—Gracias.
Irina a guió en dirección hacia la sala de espera.
—Ve a ver si a tus jóvenes les gusta.
Bella caminó hacia donde estaban sentados los hermanos. Emmet se levantó y agarró su cartera.
—Estás hermosa, cariño.
Ella sonrió y balanceó la cabeza. Miró a Jasper y a Edward quienes también asentían con aprobación.
— ¿Quieres recorrer las tiendas y comprar un poco de ropa? —Preguntó Jasper—. Hay varias calle abajo.
—Me encantaría —contestó.
También buscaría una boutique, especializada en lencería. Una pequeña sonrisa curvó sus labios, y se mordió la mejilla para no traicionar sus pensamientos. Le encantaría comprar algún conjunto sexy para sorprenderlos.
Edward le sostuvo el abrigo y ella se lo puso. Mientras salían, Bella encontró la mirada de Irina, y la peluquera le lanzó un insolente guiño y le mostró los pulgares hace arriba.
A principio, Bella se apresuró por las tiendas, segura de que los hombres se aburrirían mirándola probar la ropa, pero pronto descubrió qué les gustaba verla probarse ropas nuevas.
Su última parada fue la tienda de lencería, y usó la escusa de que necesitaba sujetadores. Dentro, escogió dos conjuntos sexy y se delectó con la idea de sorprenderlos en cuando vuelvan a casa.
Cuando salió, Edward y Jasper cogieron sus bolsas.
—Emmet se fue a por el coche —explicó Jasper, mientras que se preparaban a cruzar la calle.
Se apresuraron hacia delante, cuando Bella vio ponerse en marcha a un sedán que estaba aparcado en doble fila. Parpadeó sorprendida cuando lo vio acelerar. Directamente hacia ellos.
Edward y Jasper estaban delante y ella empujó todo su peso contra sus espaldas, desesperada en quitarlos del medio. Lejos, oyó a Emmet gritar.
Edward y Jasper cayeron justo cuando el coche viró bruscamente. El dolor explotó en su cadera cuando el parachoques impactó en su pierna. Salió disparada, usando las manos para parar su caída.

1 comentario:

  1. tan bien que iban las cosas maldito Jacob de seguro es él el responsable espero que no este muy grave Bella :D

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