CAPÍTULO 33
Bella se movió por la cocina tarareando suavemente
para a sí misma. Mientras acababa con el último plato, miró el reloj. Los
chicos salieron a ejercitar los caballos e iban a tardar un poco más.
Ella salió, pues necesitaba
un poco de aire fresco y un paseo. Su espalda la había estado doliendo toda la
mañana; quizás, si se estiraba un poco, se sentirá mejor. Se quedó en el
camino, más allá del granero. Le encantaba explorar la tierra que rodeaba la
cabaña. Siempre tenía una vista espectacular, no importaba en qué dirección
andaba.
Hoy, rodeó el granero y se
dirigió hacia los árboles de una suave cuesta. Sabía que, una vez alcanzada la
cima de la pendiente, sería capaz de ver el pequeño valle y el río que lo
atraviesa.
Se paraba bastantes veces,
mientras que el dolor de espalda crecía en intensidad. Dios mío, se había
convertido en una débil, desde que se quedó embarazada. Se apoyó en un árbol,
mientras se esforzaba por respirar. Miró hacia arriba y midió la distancia que
quedaba. No quedaba demasiado lejos y se podría sentar en su roca favorita y
disfrutar de la vista.
Cuando alcanzó la cima, se
paró un momento, poniendo una mano a su espalda, mientras se quedó mirando el
rio. Después, buscó la roca en la que solía sentarse, cuando sintió un espasmo
en el abdomen, desequilibrándola.
Entró en pánico, mientras su
pie resbalaba por el borde. Precariamente, agitó las manos, luchando por el
equilibrio. Por un momento, pareció suspendida entre el cielo y la tierra.
Luego se cayó de espaldas.
Sus dedos trataron de
aferrarse la tierra, golpeándose contra rocas y raíces. Aterrizó fuerte y se
deslizó rápidamente por la pendiente, hacia el río.
Sintió una sacudida de
dolor, mientras su pie quedó atrapado entre rocas y su tobillo se torció. Pero
detuvo su caída.
Cuándo se aseguró que no
volvería a caer, abrazó su barriga, sintiendo los movimientos del bebé.
Mentalmente, buscó sus
heridas.
El tobillo le latía, y miró
para verle sólidamente atrapado entre dos rocas grandes. Cuando trató de
alcanzarle, y liberarle, su hombro protestó vehementemente.
Maldita sea.
Estaba bien. Estaba
razonablemente segura de que no tenía nada roto. Pero el hombro le dolía
terriblemente, probablemente era dislocado, y su tobillo, tenía que admitir que
estaba torcido. Si podría liberar su pie, podría subir la pendiente.
Otro pequeño temblor empezó
en su espalda, y se extendió por su barriga, intensificándose incómodamente. Lo
flotó con la mano y trató de mantener inmóvil el hombro derecho.
Bueno, éste era un desastre.
Pero sabía que no tenía que preocuparse. Ella podría tener que esperar aquí un
poco, pero sabía que los chicos la encontrarían. Volverían de cabalgar y
probablemente enloquecerían al no encontrarla.
Una punzada de culpabilidad
la fastidiaba. No debería haber salido a caminar hasta que habrían regresado,
pero no se había imaginado caer, no cuándo recurrió tantas veces este camino.
Se preocuparían hasta que la
hallarán, era segura que la encontrarán. Hasta entonces, solo tendrá que
recostarse y tratar de relajarse. Tal vez una pequeña siestecita le sacaría de
su mente el dolor y su palpitante tobillo.
Su abdomen se apretó otra
vez y ella acarició la barriga, tratando de alejar la molestia y ponerse
cómoda. Luego cerró los ojos y se relajó.
Bella abrió sus ojos y
parpadeó rápidamente, intentando darse cuenta en dónde estaba. Tembló mientras
que el fresco aire de la tarde soplaba sobre su piel.
Crudo dolor se enfocaba en
su estómago y se reunía en la ingle. Sentía su espalda como si alguien la
apuñalaba con fuego.
Cambió de posición, tratando
de sentarse, pero cayó rápidamente, cuando su cuerpo protestó.
El sol se había hundido y el
crepúsculo no estaba lejos. Para la primera vez, el miedo bajó por su espina.
¿Por qué aún no la han encontrado? No quería quedarse tras oscurecer. Maldita
sea, quería ir a casa y pasar la noche en los brazos de los hombres que amaba.
Se escuchó un ruido. Ella se
esforzó en oír. ¿Era su nombre?
El ruido se acercó.
Ella trató de liberar su
pie, pero no lo consiguió. Sabiendo que tenía que esperar hasta que la
encuentren, gritó tan fuerte como pudo.
Unos segundos más tarde,
polvo y piedras cayeron como lluvia sobre su cabeza.
— ¿Bella? —La frenética voz
de Edward la alcanzó.
— ¡Edward! ¡Estoy aquí
abajo! —ella gritó ronca.
Unos segundos más tarde, Edward
se deslizó por la pendiente. Antes de de poder decir algo, la abrazó.
— ¿Dios mío, Bella, estás
bien? ¿Qué pasó? —la preguntó, mientras se apartaba.
Sus manos temblaban mientras
acariciaba su cuerpo, tocándola, asegurándose que estaba bien. Cogió el radio y
lo acercó a sus labios.
—Emmet, Jasper, la he
encontrado. Se cayó por la pendiente de detrás del granero. Arriba, donde le
gusta sentarse.
Tiró la radio mientras que
los demás decían que estaban en el camino.
— ¿Estás herida? —preguntó
él ansiosamente—. ¿Qué pasó?
—Mi pie está atrapado —dijo
ella—. Me retorcí el tobillo. No lo podía liberar. Y creo que me disloqué el
hombro, pero lo puedo mover así que no está tan mal.
Edward soltó su pie y lo
tocó tiernamente.
—No creo que está roto —dijo
él, con evidente alivio en su voz—. Está hinchado, pero parece ser un esguince.
Se le cortó el aliento
mientras que su barriga se apretó otra vez, esta vez mucho más doloroso que
antes.
— ¡Oh!
Edward la miró rápidamente,
la preocupación arrugaba su frente.
— ¿Qué te pasa?
Un repentino chorro de
humedad bajó por sus piernas. Seguido de otro espasmo en su vientre. Oh Dios,
era tan estúpida. Estaba de parto. ¿No se suponía que dolía más que esto? Todo
lo que había sentido fue una suave incomodidad. Menos dolor, pero el problema
era que lo sintió todo el día. ¿Llevaba de parto tanto tiempo?
—Edward, creo que acabo de
romper las aguas —trató de quitar la ansiedad de su voz, pero sabía que falló
miserablemente—. Y duele. Creo que estoy de parto.
Edward se puso pálido.
— ¿Cuánto tiempo?
—Creo que todo el día.
Él maldijo.
— ¿Por qué no dijiste nada?
—Exigió él—.¿Por qué saliste fuera?
Las lágrimas llenaron sus
ojos, mientras que otra contracción la dejó sin aliento.
—No lo sabía —gritó ella
mientras que caían lágrimas por sus mejillas— no me di cuenta. Lo siento.
Él la abrazó y la meció.
—Lo siento, bebé. Me asusté
tanto. Dios mío, no te podíamos encontrar por ninguna parte. Estaba tan
asustado de perderte. —levantó la cabeza y miró alrededor—. Dios mío ¿Maldita
sea, dónde están?-
Ella se agarró de sus brazos
y gimió suavemente, mientras tenía otra contracción. La mano de Edward
temblaba, mientras comprobaba su reloj.
—Menos de dos minutos desde
la última.
— ¡Edward!
Bella y Edward miraron hacia
arriba y vieron a Emmet.
— ¡Aquí abajo! Necesitaré
ayudar subirla —le llamó Edward. Él miró a Bella y apretó su mano—. No te
preocupes, mi amor. Cuidaremos de ti.
Ella asintió.
—Sé que lo harán.
Emmet se deslizado unos
segundos más tarde y se arrodilló al lado de Bella, terriblemente preocupado.
— ¿Estás bien, bebé?
Ella asintió.
—Está de parto, Emmet.
Emmet se acercó a Edward.
— ¿Estás segura?
—Estoy segura —dijo Bella
secamente.
—Mierda —juró Emmet—.
Tenemos que bajarla de la montaña.
Ella levantó una mano y
acarició afectuosamente su mejilla.
—No hay tiempo.
— ¿Cómo que no hay tiempo?
—exigió Emmet.
—Sus contracciones son
demasiado seguidas —dijo Edward gravemente—. Creo que está cerca.
La cara de Emmet se drenó de
color y el pánico llameó en sus ojos. Escucharon a Jasper gritar de lo alto, y Emmet
elevó su cabeza.
—No bajes —gritó él—. La
subiremos.
Emmet se agachó y levantó
gentilmente a Bella en los brazos. Inclinó la cabeza hacia Edward.
—Sube, tendremos que
trasladarla. No quiero caerme con ella. —Edward subió la cuesta, parándose a
pocos pasos. Aseguró sus pies y cogió a Bella. Emmet se movió cuidadosamente,
alcanzándola a Edward. Luego la aflojó en los brazos de su hermano, quién la
subía poco a poco.
Cuando alcanzaron la cima, Jasper
la recogió, abrazándola apretadamente contra su pecho. Su aliento eran desigual
y su corazón golpeaba con fuerza contra su mejilla.
—Gracias a Dios que estás
bien —murmurado Jasper, besándole en la frente.
—Está de parto —dijo Emmet
mientras que él y Edward subían a su lado.
El abrazo de Jasper se
apretó alrededor de ella.
—Ve por sus cosas. La tomaré
al Rover.
—No hay tiempo.
— ¿Cómo que no hay tiempo?
—exigió Jasper.
—Tendrá que ser aquí —dijo Emmet
quedamente—. Sus contracciones son demasiado cercanas. No tenemos tiempo para
llevarla al pueblo.
Bella gimió, teniendo otra
contracción, esta vez mucho más fuerte que la última. Jasper juró y salió
corriendo. Emmet y Edward se apresuraron hacia la cabaña.
—Jasper, estoy bien —dijo
jadeando—. No tienes que preocuparte.
Él besó su frente otra vez,
mientras se acercaba a la cabaña.
—Siempre me preocuparé por
ti, muñeca.
Cuando entraron la casa, Emmet
y Edward se apresuraron hacia el dormitorio.
—Ponla aquí —indicó Emmet,
señalando la cama—. Necesitamos evaluar la situación. Edward, coge el teléfono
y ve si la comadrona puede subir ahora.
Jasper la dejo en la cama,
mientras tenía otra contracción. Ella cerró los ojos, apretando los dientes.
Para algo que no había sido doloroso durante todo el día, ahora compensaba el
tiempo perdido.
Emmet acarició su cara con
manos preocupado, quitándole el pelo de los ojos.
—Voy a desnudarte, cariño.
Necesito ver qué pasa.
Ella inclinó la cabeza y se
le volvió a cortar el aliento, mientras que otra contracción seguía
estrechamente a la última.
Emmet arrancó su ropa,
teniendo cuidado con sus heridas. Jasper permaneció inmóvil al lado de la cama,
su cara llena de pánico.
— ¡Oh, Dios, Emmet, siento
como necesitará empujar!
Emmet le quitó los
pantalones y echó un vistazo a los ojos asustados que lo miraban fijamente. Su
tripa se apretó tanto, que no podía pensar correctamente. Pero sabía que tenía
que tranquilizarse e intentar hacer que para Bella sea lo más fácil posible.
—Escúcheme, cariño. Necesito
que intentes calmarte y respirar profundo. No empujes si te puedes abstener.
Edward volvió, caminando
rápidamente.
—Está en el camino, pero va
a tardar un rato.
—No tenemos un rato —musitó Emmet.
— ¿Qué vamos a hacer? —Preguntó
Jasper mientras se unía a sus hermanos—. ¡No sé como traer un bebé al mundo!
Emmet se encogió, tratando
de quitar el pánico de su voz.
—Nosotros hemos traído
potros al mundo. No puede ser muy distinto.
Bella levantó su cabeza de
la cama y lo miró malhumorada.
—No me acabas de comparar
con un caballo.
Él sonrió abiertamente,
sintiendo que el agarre de su pecho se retiraba un poco. Podrían hacer esto. Lo
harían. Bella dependía de ellos.
—Edward, ve por detrás de
ella y haz lo mejor que puedes para que mantenga la calma —él dijo en voz
bajo—. Jasper, tú y yo necesitamos lavarnos y después me tienes que traer
algunos suministros. Necesito algo que sujete el cordón umbilical y necesito
una de esas jeringas que tenemos en la caja de primeros auxilios. Trae cualquier
otra cosa que pienses que necesitamos porque no puedo pensar bien, ni para
salvar mi vida. Y rápidamente.
Bebé en camino !!!
ResponderEliminarMi cullen pequeño viene en camino ¡ansias!
ResponderEliminarAy Dios ojalá que todo salga bien y que pronto tengan al bebé en sus brazos :D
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