viernes, 14 de septiembre de 2012

La mujer de los cullen


CAPÍTULO  33


Bella se movió por la cocina tarareando suavemente para a sí misma. Mientras acababa con el último plato, miró el reloj. Los chicos salieron a ejercitar los caballos e iban a tardar un poco más.
Ella salió, pues necesitaba un poco de aire fresco y un paseo. Su espalda la había estado doliendo toda la mañana; quizás, si se estiraba un poco, se sentirá mejor. Se quedó en el camino, más allá del granero. Le encantaba explorar la tierra que rodeaba la cabaña. Siempre tenía una vista espectacular, no importaba en qué dirección andaba.
Hoy, rodeó el granero y se dirigió hacia los árboles de una suave cuesta. Sabía que, una vez alcanzada la cima de la pendiente, sería capaz de ver el pequeño valle y el río que lo atraviesa.
Se paraba bastantes veces, mientras que el dolor de espalda crecía en intensidad. Dios mío, se había convertido en una débil, desde que se quedó embarazada. Se apoyó en un árbol, mientras se esforzaba por respirar. Miró hacia arriba y midió la distancia que quedaba. No quedaba demasiado lejos y se podría sentar en su roca favorita y disfrutar de la vista.
Cuando alcanzó la cima, se paró un momento, poniendo una mano a su espalda, mientras se quedó mirando el rio. Después, buscó la roca en la que solía sentarse, cuando sintió un espasmo en el abdomen, desequilibrándola.
Entró en pánico, mientras su pie resbalaba por el borde. Precariamente, agitó las manos, luchando por el equilibrio. Por un momento, pareció suspendida entre el cielo y la tierra. Luego se cayó de espaldas.
Sus dedos trataron de aferrarse la tierra, golpeándose contra rocas y raíces. Aterrizó fuerte y se deslizó rápidamente por la pendiente, hacia el río.
Sintió una sacudida de dolor, mientras su pie quedó atrapado entre rocas y su tobillo se torció. Pero detuvo su caída.
Cuándo se aseguró que no volvería a caer, abrazó su barriga, sintiendo los movimientos del bebé.
Mentalmente, buscó sus heridas.
El tobillo le latía, y miró para verle sólidamente atrapado entre dos rocas grandes. Cuando trató de alcanzarle, y liberarle, su hombro protestó vehementemente.
Maldita sea.
Estaba bien. Estaba razonablemente segura de que no tenía nada roto. Pero el hombro le dolía terriblemente, probablemente era dislocado, y su tobillo, tenía que admitir que estaba torcido. Si podría liberar su pie, podría subir la pendiente.
Otro pequeño temblor empezó en su espalda, y se extendió por su barriga, intensificándose incómodamente. Lo flotó con la mano y trató de mantener inmóvil el hombro derecho.
Bueno, éste era un desastre. Pero sabía que no tenía que preocuparse. Ella podría tener que esperar aquí un poco, pero sabía que los chicos la encontrarían. Volverían de cabalgar y probablemente enloquecerían al no encontrarla.
Una punzada de culpabilidad la fastidiaba. No debería haber salido a caminar hasta que habrían regresado, pero no se había imaginado caer, no cuándo recurrió tantas veces este camino.
Se preocuparían hasta que la hallarán, era segura que la encontrarán. Hasta entonces, solo tendrá que recostarse y tratar de relajarse. Tal vez una pequeña siestecita le sacaría de su mente el dolor y su palpitante tobillo.
Su abdomen se apretó otra vez y ella acarició la barriga, tratando de alejar la molestia y ponerse cómoda. Luego cerró los ojos y se relajó.



Bella abrió sus ojos y parpadeó rápidamente, intentando darse cuenta en dónde estaba. Tembló mientras que el fresco aire de la tarde soplaba sobre su piel.
Crudo dolor se enfocaba en su estómago y se reunía en la ingle. Sentía su espalda como si alguien la apuñalaba con fuego.
Cambió de posición, tratando de sentarse, pero cayó rápidamente, cuando su cuerpo protestó.
El sol se había hundido y el crepúsculo no estaba lejos. Para la primera vez, el miedo bajó por su espina. ¿Por qué aún no la han encontrado? No quería quedarse tras oscurecer. Maldita sea, quería ir a casa y pasar la noche en los brazos de los hombres que amaba.
Se escuchó un ruido. Ella se esforzó en oír. ¿Era su nombre?
El ruido se acercó.
Ella trató de liberar su pie, pero no lo consiguió. Sabiendo que tenía que esperar hasta que la encuentren, gritó tan fuerte como pudo.
Unos segundos más tarde, polvo y piedras cayeron como lluvia sobre su cabeza.
— ¿Bella? —La frenética voz de Edward la alcanzó.
— ¡Edward! ¡Estoy aquí abajo! —ella gritó ronca.
Unos segundos más tarde, Edward se deslizó por la pendiente. Antes de de poder decir algo, la abrazó.
— ¿Dios mío, Bella, estás bien? ¿Qué pasó? —la preguntó, mientras se apartaba.
Sus manos temblaban mientras acariciaba su cuerpo, tocándola, asegurándose que estaba bien. Cogió el radio y lo acercó a sus labios.
—Emmet, Jasper, la he encontrado. Se cayó por la pendiente de detrás del granero. Arriba, donde le gusta sentarse.
Tiró la radio mientras que los demás decían que estaban en el camino.
— ¿Estás herida? —preguntó él ansiosamente—. ¿Qué pasó?
—Mi pie está atrapado —dijo ella—. Me retorcí el tobillo. No lo podía liberar. Y creo que me disloqué el hombro, pero lo puedo mover así que no está tan mal.
Edward soltó su pie y lo tocó tiernamente.
—No creo que está roto —dijo él, con evidente alivio en su voz—. Está hinchado, pero parece ser un esguince.
Se le cortó el aliento mientras que su barriga se apretó otra vez, esta vez mucho más doloroso que antes.
— ¡Oh!
Edward la miró rápidamente, la preocupación arrugaba su frente.
— ¿Qué te pasa?
Un repentino chorro de humedad bajó por sus piernas. Seguido de otro espasmo en su vientre. Oh Dios, era tan estúpida. Estaba de parto. ¿No se suponía que dolía más que esto? Todo lo que había sentido fue una suave incomodidad. Menos dolor, pero el problema era que lo sintió todo el día. ¿Llevaba de parto tanto tiempo?
—Edward, creo que acabo de romper las aguas —trató de quitar la ansiedad de su voz, pero sabía que falló miserablemente—. Y duele. Creo que estoy de parto.
Edward se puso pálido.
— ¿Cuánto tiempo?
—Creo que todo el día.
Él maldijo.
— ¿Por qué no dijiste nada? —Exigió él—.¿Por qué saliste fuera?
Las lágrimas llenaron sus ojos, mientras que otra contracción la dejó sin aliento.
—No lo sabía —gritó ella mientras que caían lágrimas por sus mejillas— no me di cuenta. Lo siento.
Él la abrazó y la meció.
—Lo siento, bebé. Me asusté tanto. Dios mío, no te podíamos encontrar por ninguna parte. Estaba tan asustado de perderte. —levantó la cabeza y miró alrededor—. Dios mío ¿Maldita sea, dónde están?-
Ella se agarró de sus brazos y gimió suavemente, mientras tenía otra contracción. La mano de Edward temblaba, mientras comprobaba su reloj.
—Menos de dos minutos desde la última.
— ¡Edward!
Bella y Edward miraron hacia arriba y vieron a Emmet.
— ¡Aquí abajo! Necesitaré ayudar subirla —le llamó Edward. Él miró a Bella y apretó su mano—. No te preocupes, mi amor. Cuidaremos de ti.
Ella asintió.
—Sé que lo harán.
Emmet se deslizado unos segundos más tarde y se arrodilló al lado de Bella, terriblemente preocupado.
— ¿Estás bien, bebé?
Ella asintió.
—Está de parto, Emmet.
Emmet se acercó a Edward.
— ¿Estás segura?
—Estoy segura —dijo Bella secamente.
—Mierda —juró Emmet—. Tenemos que bajarla de la montaña.
Ella levantó una mano y acarició afectuosamente su mejilla.
—No hay tiempo.
— ¿Cómo que no hay tiempo? —exigió Emmet.
—Sus contracciones son demasiado seguidas —dijo Edward gravemente—. Creo que está cerca.
La cara de Emmet se drenó de color y el pánico llameó en sus ojos. Escucharon a Jasper gritar de lo alto, y Emmet elevó su cabeza.
—No bajes —gritó él—. La subiremos.
Emmet se agachó y levantó gentilmente a Bella en los brazos. Inclinó la cabeza hacia Edward.
—Sube, tendremos que trasladarla. No quiero caerme con ella. —Edward subió la cuesta, parándose a pocos pasos. Aseguró sus pies y cogió a Bella. Emmet se movió cuidadosamente, alcanzándola a Edward. Luego la aflojó en los brazos de su hermano, quién la subía poco a poco.
Cuando alcanzaron la cima, Jasper la recogió, abrazándola apretadamente contra su pecho. Su aliento eran desigual y su corazón golpeaba con fuerza contra su mejilla.
—Gracias a Dios que estás bien —murmurado Jasper, besándole en la frente.
—Está de parto —dijo Emmet mientras que él y Edward subían a su lado.
El abrazo de Jasper se apretó alrededor de ella.
—Ve por sus cosas. La tomaré al Rover.
—No hay tiempo.
— ¿Cómo que no hay tiempo? —exigió Jasper.
—Tendrá que ser aquí —dijo Emmet quedamente—. Sus contracciones son demasiado cercanas. No tenemos tiempo para llevarla al pueblo.
Bella gimió, teniendo otra contracción, esta vez mucho más fuerte que la última. Jasper juró y salió corriendo. Emmet y Edward se apresuraron hacia la cabaña.
—Jasper, estoy bien —dijo jadeando—. No tienes que preocuparte.
Él besó su frente otra vez, mientras se acercaba a la cabaña.
—Siempre me preocuparé por ti, muñeca.
Cuando entraron la casa, Emmet y Edward se apresuraron hacia el dormitorio.
—Ponla aquí —indicó Emmet, señalando la cama—. Necesitamos evaluar la situación. Edward, coge el teléfono y ve si la comadrona puede subir ahora.
Jasper la dejo en la cama, mientras tenía otra contracción. Ella cerró los ojos, apretando los dientes. Para algo que no había sido doloroso durante todo el día, ahora compensaba el tiempo perdido.
Emmet acarició su cara con manos preocupado, quitándole el pelo de los ojos.
—Voy a desnudarte, cariño. Necesito ver qué pasa.
Ella inclinó la cabeza y se le volvió a cortar el aliento, mientras que otra contracción seguía estrechamente a la última.
Emmet arrancó su ropa, teniendo cuidado con sus heridas. Jasper permaneció inmóvil al lado de la cama, su cara llena de pánico.
— ¡Oh, Dios, Emmet, siento como necesitará empujar!
Emmet le quitó los pantalones y echó un vistazo a los ojos asustados que lo miraban fijamente. Su tripa se apretó tanto, que no podía pensar correctamente. Pero sabía que tenía que tranquilizarse e intentar hacer que para Bella sea lo más fácil posible.
—Escúcheme, cariño. Necesito que intentes calmarte y respirar profundo. No empujes si te puedes abstener.
Edward volvió, caminando rápidamente.
—Está en el camino, pero va a tardar un rato.
—No tenemos un rato —musitó Emmet.
— ¿Qué vamos a hacer? —Preguntó Jasper mientras se unía a sus hermanos—. ¡No sé como traer un bebé al mundo!
Emmet se encogió, tratando de quitar el pánico de su voz.
—Nosotros hemos traído potros al mundo. No puede ser muy distinto.
Bella levantó su cabeza de la cama y lo miró malhumorada.
No me acabas de comparar con un caballo.
Él sonrió abiertamente, sintiendo que el agarre de su pecho se retiraba un poco. Podrían hacer esto. Lo harían. Bella dependía de ellos.
—Edward, ve por detrás de ella y haz lo mejor que puedes para que mantenga la calma —él dijo en voz bajo—. Jasper, tú y yo necesitamos lavarnos y después me tienes que traer algunos suministros. Necesito algo que sujete el cordón umbilical y necesito una de esas jeringas que tenemos en la caja de primeros auxilios. Trae cualquier otra cosa que pienses que necesitamos porque no puedo pensar bien, ni para salvar mi vida. Y rápidamente.

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