CAPÍTULO 12
Bella se
sentía deliciosamente dolorida y somnolienta cuando abandonó el baño con Jasper.
Lo amaba. No parecía posible, aunque le dijeron que iba a ocurrir.
Se unieron a
los otros en la cocina, donde Emmet estaba junto a la estufa. Edward se sentó
en la mesa, bebiendo una cerveza.
Se acercó a Emmet
y lo abrazó, descansando la mejilla en su espalda. Se tensó — ¿sorprendido?—
por un breve momento antes de volverse para abrazarla.
Le sonrió y
besó su cabeza.
—Pareces feliz
—dijo él.
Sus mejillas
se enrojecieron, y una ridícula sonrisa apareció en su cara.
—Lo estoy.
Le elevó el rostro con los dedos y se inclinó
para besarla. Los labios se movieron posesivamente sobre los suyos. Su lengua
se deslizó adentro, saboreándola, reclamando su boca.
Se apartó
lentamente.
—Toma asiento,
la cena estará lista en unos minutos.
Caminó hacia
donde estaban sentados Jasper y Edward y ocupó la silla que había entre ellos.
Como Emmet se
movía por la cocina, poniendo los platos y los vasos, decidió abordar el asunto
de sus tareas.
—Estaba
pensando... —comenzó ella.
Todos se
volvieron hacia ella.
—Estaba
imaginado lo que podría hacer para ayudar. Quiero decir, si no voy a ser una
invitada, porque, me voy a quedar.
Respiró hondo,
maldiciendo su inseguridad.
—Bella —dijo Jasper,
regañándola un poco—. Te queremos aquí. Queremos que te quedes. Esta es tu
casa. Supongo que te llevará un tiempo acostumbrarte con las cosas, pero no hay
necesidad de evitar algún tema, tampoco hay necesidad de no abrazar tu posición
aquí.
Ella sonrió y
agachó la cabeza.
—Bueno, me
gustaría saber qué podría hacer para ayudarles.
—Siempre hay
algo que hacer —dijo Emmet encogiendo los hombros—. De momento, dividimos las
tareas y responsabilidades. Nos gustaría tener ayuda.
—No sé cocinar
—soltó, avergonzada por la confesión. Se sentía tan inadecuada. Su educación no
la preparó para hacer mucho.
—Nadie dijo
que tenías que cocinar —contestó calmamente Edward.
—Podría
aprender —agregó ella rápidamente.
Emmet dejo el
plato con el filete de pollo encima de la mesa y la miró fijamente.
—Bella,
nosotros no queremos una esclava. Estás aquí como nuestra esposa. Nuestra
pareja. La madre de nuestros hijos. Nos arreglamos bastante bien. Podemos
cocinar muy bien. Si quieres ayudarnos, estoy seguro que encontraremos algo.
Sus mejillas
se enrojecieron por la vergüenza.
—Estoy
haciendo un caos, ¿verdad?
Emmet se sentó
y le pasó el plato a Jasper.
—Estás tensa
—dijo Emmet gentilmente—. Solo queremos que seas feliz. Relajada. Ahora, no
tienes que hacer nada. Vamos a concentrarnos en librarte del matrimonio con ese
bastardo, para que no te pueda reclamar. Lo demás se arreglará con el tiempo.
— ¿Cuándo
iremos a Denver? —preguntó, agradecida por el cambio de tema.
—Pasado
mañana. Organicé con Riley que se ocupe de los caballos, mientras estemos
afuera. Conduciremos, nos registraremos al hotel y veremos a Carl el día
siguiente
Asintió con la
cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
— ¿Tendría
tiempo de ir a un salón de belleza, mientras estemos allí? —Mostró los mechones
del pelo—. Me gustaría arreglarme el pelo.
—Podemos hacer
cualquier cosa que quieras —dijo Emmet.
—También
necesito pasar por un banco. Quiero abrir una cuenta, así puedo pedir que me
mande algún dinero. No confío que Jacob no vacíe mis cuentas.
—No necesitas
preocuparte por el dinero —dijo Edward—. Somos más que capaces de cuidarte.
—No es su
dinero —dijo ella—. No estoy hablando de su dinero. Estoy protegiendo mi
dinero.
—Me pareció
bastante rico —comentó Edward.
Ella suspiró.
—Lo es. Pero
si encontraría un modo de llegar a mi fideicomiso, lo vaciará por rencor.
Emmet levantó
las cejas.
— ¿Fideicomiso?
—De mis padres
—explicó ella. Se movió incómoda en la silla—. Eran ricos. Murieron cuando era
una adolescente, y recibí mi herencia cuando cumplí veintiún años.
—Entiendo, ¿y
cuántos años tienes ahora? —preguntó Adam.
—Veinticuatro.
— ¿Y cuándo
conociste a Jacob?
—A poco tiempo
después de que murieron mis padres. Él... bueno, cuidó de mí.
Edward
masculló algo inteligible. Jasper y Emmet cambiaron miradas.
— ¿Qué ocurre?
¿Por qué me estáis mirando así? —exigió ella.
— ¿Sobre
cuánto dinero estamos hablando en tú fideicomiso? —preguntó Emmet.
Encogió los
hombros:
—No lo sé
realmente.
— ¿Aproximadamente?
—preguntó.
— ¿Cincuenta?
¿Sesenta millones?
— ¡Jesús!
—murmuró Jasper.
— ¿Qué sabes
realmente sobre la situación financiera de Jacob? —preguntó Emmet, bajito.
Abrió la boca,
pero la respuesta no salió. Sintió un zumbido en la cabeza, y se sintió
increíblemente estúpida. Sus mejillas ardían y se le formó un nudo en la
garganta.
Sin una
palabra, se levantó y abandonó la cocina.
— ¡Bella!
Oyó a Jasper
llamarla, pero no se paró. Quería aguantar su humillación a solas.
Se paró en la
puerta el tiempo suficiente para coger el abrigo, abrió la puerta y se paró en
frente del porche. El aire frío la asaltó, y se puso rápidamente el abrigo.
Caminó hasta
la reja y se apoyó, mirando fijamente hacia la luna naciente sobre la nieve.
Cerró los ojos y respiró profundamente. Necesitaba el frío para refrescar su
rostro caliente.
Estúpida,
estúpida, estúpida. Nunca había considerado que Jacob tenía un motivo oculto
para escogerla. Apareció cuando murieron sus padres y actuó como su protector y
confidente. La presionó para casarse con él cuando cumplió los veintiún años.
Ahora sabía por qué. Pero ella no se quiso casarse inmediatamente. La única vez
en la que el sentido común se mostró en todo este fiasco.
Apoyó sus
codos en la reja de balcón y enterró su rostro en las manos. Él solo quería su
dinero.
No la dolía
saber que él no la había amado, o que se casó con ella por otras razones. Sabía
que él no era capaz de amar cuando la pegó, cuando mató a sangre fría otra
persona. Pero lo que más la hería, era su total ingenuidad.
Claro que
quería su dinero. Ahora, todo cobraba sentido. La preocupación por protegerla,
las numerosas preguntas sobre cómo estaba administrando su dinero. Todo bajo la
apariencia de asegurarse de que ella estaba segura. Gracias a Dios que no se
quedó el tiempo suficiente como para pasar todo a su nombre, como habían
planeado.
— ¡Jesús!
¿Cómo puedo ser tan estúpida? —susurró. Estaba lista para darle todo. Él
probablemente habría encontrado un modo de deshacerse de ella dentro de seis
meses.
Oyó la puerta
abrirse tras sí, y cerró los ojos.
—Bella.
Emmet caminó
hasta su lado. Abrió un ojo para ver sus manos en la reja al lado de las de
ella.
—Soy una tonta
de remate —murmuró.
Suspiró y la
abrazó suavemente.
—No eres una
tonta, cariño. Diría que eres una mujer maravillosa.
Agitó su
cabeza negándolo.
—Soy patética.
¡Patética!
Lo agarró por
las solapas del abrigo y enterró el rostro en su pecho. Entonces se rió. Sonó
chillón hasta para ella.
Los brazos
fuertes de Emmet la abrazaron y sujetaron contra él.
Una lágrima
resbaló por su mejilla, rápidamente absorbida por la camisa de Emmet.
—Quería
pertenecer a alguien —susurró ella—. Quería importarle a alguien, no mi dinero
o quienes fueron mis padres. He sido tan solitaria.
Emmet le
acarició la espalda.
—Perteneces a
alguien, cariño. Y nos da igual todo tu dinero.
Por alguna
razón, su declaración abrió la compuerta de las lágrimas que había estado
reprimiendo.
No se había
dado cuenta lo verdaderamente sola que había estado o que desesperada estuvo
para que alguien la amara. Desesperada. Lo rezumaba todo en una palabra. Y
ahora estaba con los hermanos. Quizá no fueran del mismo calibre que Jacob,
pero no sentía por ellos lo mismo que sentía por Jaco. Era mucho más. Y esto la
asustaba.
La querían
para siempre. Ella les quería para siempre. Pero. Siempre existía un pero. Si
tan solo no hubiera tomado tantas malas decisiones. Entonces podría ser capaz
de confiar en su decisión de quedarse con Emmet, Jasper y Edward.
Emmet continuó
abrazándola, acariciando su pelo. El sonido de un móvil crispó sus nervios. Emmet
maldijo suavemente, y lo sintió hurgar en el bolsillo. Se alejó para darle un
acceso más fácil, y él saco el teléfono y respondió.
—Emmet —dijo
él.
Después de una
larga pausa, se volvió. Bella temblaba ligeramente. Quería volver al calor de
sus brazos.
—Muy bien, no
tardaré —dijo mientras se daba la vuelta.
Colgó el
teléfono y lo volvió a guardar en los vaqueros.
—Tengo que ir
a la ciudad. Rosalie necesita mi ayuda.
Una punzada
aguda se retorció en el pecho de Bella. Quedó sorprendida por su ferocidad.
—Regresa a la
casa, donde estarás caliente —dijo. La cogió por el brazo y se llevó hacia la
puerta.
En la sala, Edward
y Jasper levantaron los ojos.
—Necesito ir a
la ciudad. Rosalie tiene un problema, y sus ayudantes no cogen el teléfono.
— ¿Quieres que
vayamos contigo? —preguntó Jasper.
Edward bufó
disgustado.
—No. Por lo
menos, no lo creo. Parece ser que alguien se perdió. Si necesito rastreadores,
os llamaré. Prefiero que os quedéis aquí y cuidéis a Bella.
Bella apretó
los dientes. No necesitaba ser cuidada, maldita sea, y no quería a Emmet con la
mujer que se veía claramente que lo quería.
¿Celosa? Oh,
sí, estaba celosa. Y esto la sacaba de quicio. No pensaba que se sentía más
miserable que antes, pero se equivocaba.
— ¿No hay
nadie más a quien podía haber llamado?- preguntó Bella.
Emmet la miró
extrañado por un momento.
—La hemos
ayudado antes a rastrear personas desaparecidas.
Bella se mordió
los labios para no decir algo más. No había nada menos atractivo que una arpía.
—Avisaré si
vuelvo muy tarde.
Emmet se
agachó, le dio un beso rápido, y se encaminó hacia la puerta. Se puso el
Stetson y salió.
Bella le
observó salir, odiando el modo en que la hacía sentir. Miró a Edward y Jasper y
se estremeció. Era obvio que podían ver lo que estaba sintiendo. Últimamente,
parecía atraer solo humillación.
Sus hombros
cayeron, y ella caminó por el pasillo, en dirección a los dormitorios. Se paró
en el medio. Una risa histérica burbujeaba de ella. ¿En qué habitación se
refugiará?
Optó por el
baño. Abrió el grifo del lavabo y humedeció su rostro con agua fría. Cuando
levantó la cabeza, vio a Edward mirándola por el espejo. Permaneció en la
entrada, apoyado en la puerta.
— ¿Quieres
jugar al Monopoly conmigo y con Jasper?
Le sonrió
débilmente y asintió. Por lo menos, él no estaba intentando inspeccionar sus
emociones.
Esperó un
según y entonces volvió a la sala. Jasper tenía puesto el tablero de Monopoly
en la mesa de café, y Edward traía tres tazas de la cocina.
— ¿Quieres
chocolate caliente? —preguntó Edward.
—Parece rico
—contestó ella.
Se sentó en el
sofá, mientras que Jasper y Edward se sentaron en el suelo, a cada lado de la
mesa de café. Agarró la taza entre sus manos y sorbió el chocolate. Cualquier
cosa para no pensar en donde estaba Emmet y con quien.
—Odio verte
tan disgustada —dijo Jasper en voz baja.
Echó un
vistazo de reojo, asustada de sus propios pensamientos. Sus celosos
pensamientos.
Suspiró y dejó
la taza. Se frotó cansada la sien.
—Estoy siendo
poco racionable.
Edward murmuró
algo.
Se volvió a
él, sintiéndolo como un aliado.
— ¿Por qué no
te gusta?
—Es una bruja
malévola.
Bella se rió.
—Gracias. Creo
que necesitaba eso. Ella no se parece a mí, esto es seguro.
Edward gruñó.
—Está enfadada
porque puso los ojos en Emmet, pero él no mordió el cebo.
— ¿Nunca?
—preguntó ella suavemente—. Me pareció que tú y Jasper eran todo lo que había
entre Emmet y una relación más profunda con ella.
Jasper y Edward
se miraron duramente.
— ¿Se está
acostando con ella? —quería que la pregunta sonara casual, pero en vez de esto,
salió como aterrada.
Jasper juró.
—Mira, amor,
no sé si se acostó con ella. Sé que ahora no se está acostando. No después de
ti.
De alguna
manera, la idea de que Emmet se había acostado con Rosalie, no la hizo sentirse
mejor. No es como si Bella hubiera estado aquí todo el tiempo.
—No no somos
santos, Bella. Tuvimos mujeres, pero no somos imbéciles infieles. Emmet no se
acostaría con otra mujer. No después de comprometerse contigo.
Edward movió
la cabeza, asintiendo.
— ¿Entonces
por qué se va a ella? —se desahogó Bella.
—No puede
suportar la idea de no ayudar a una mujer en apuros —dijo Edward—. Tiene una
debilidad por damiselas en apuros.
Bella
palideció. ¿Eso era lo que era? Dios, encajaba en el molde. Las lágrimas
pugnaban por salir, y parpadeó para detenerlas. No quería ponerse en ridículo.
Más de lo que estaba.
Jasper lanzó
un dado a Edward, pegándole en la cabeza.
— ¿Eres tonto?
Bella se
levantó. No se iba en molestar en fingir por más tiempo. Estaba demasiado
enfadada como para actuar como si todo estuviera bien.
—Me gustaría
ir a la cama —dijo ella—. ¿Hay una habitación a la qué podría usar? —esperaba
que leerán entre líneas. Quería una habitación solo para ella.
—Usa la de Emmet
—dijo Jasper—. Puede dormir en el sofá cuando vuelve.
—Gracias
—murmuró mientras iba hacia el pasillo.
En cuanto
estuvo fuera de la vista, corrió hacía el cuarto de Adam. Después de entrar, se
encerró y se apoyó en la puerta.
Las lágrimas
que intentó tanto de contener, se derramaban por sus mejillas. Todas las
emociones contenidas durante los últimos años salieron a la superficie. La
desilusión y la sensación de traición, su humillación y falta de juicio que
demostrara. Todo era suficiente para derribarla, y hacerla avergonzarse.
No se molestó
en desnudarse. Alejó el edredón y se deslizó bajo ellas, y las pujó firmemente
a su alrededor, mientras se abrazaba las rodillas.
como pueden cambiar las cosas espero que no sea una trampa de Rosalie y sobre todo que solucionen sus problemas con Bella lo mas pronto posible :D
ResponderEliminarHay muchos Adams
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