CAPÍTULO 29
Bella llegó al final de la acera sinuosa, mirando
fijamente la cabaña. El verano llegó a las montañas. En todos los sitios que
miraba, la tierra estaba llena de verde. Solo había visto este paisaje cuando
estaba cubierto de blanco y pensó que no podía ser más bonito. Estaba
equivocada. Posiblemente, no podía ser más maravillosa que ahora, cuando volvía
a casa.
Aparcó abajo, en el camino, exactamente en donde lo
hizo antes. De alguna manera quería reproducir el día que tuvo hace muchos
meses.
Sonrió cuando la brisa movió su largo pelo y lo
sopló suavemente alrededor de sus hombros. Deslizó la mano sobre la
protuberancia de su abdomen, acariciándola con gentileza.
Con un suspiro, empezó a ascender por la colina
hasta llegar a la puerta.
Tenía mariposas bailando en su estómago. En
respuesta, el bebé pateaba y se movía. Ella se paró y puso de nuevo una mano
sobre el estómago hasta que la sensación se paró.
Sonrió y continuó adelante. Cuando alcanzó el
porche, hesitó. La puerta estaba a pocos centímetros, y aún así, no llamó.
¿Debía entrar simplemente? No. Ha pasado mucho tiempo.
¿La aceptarían de vuelta? ¿Aún la amarían? La
incertidumbre le destruía su confianza. Emmet estuvo tan cabreado la última vez
la vio. Cerró los ojos para borrar la mirada de traición que había visto en su
expresión.
Lágrimas llenaron sus ojos. Les echaba terriblemente
de menos. Pasó tantas noches despierta, anhelando su toque. Miró hacía abajo y
se quitó las lágrimas. Ya pasó todo. Estaba finalmente libre para vivir la vida
que anhelaba. Era su elección si la iba a rechazar o aceptar.
Lentamente, levantó la mano y llamó a la puerta.
Esperó un momento reuniendo su coraje y llamó más fuerte.
El corazón osciló cuando oyó firmes pasos del otro
lado. La puerta se abrió y Edward permaneció en la entrada, con una expresión
aturdida en el rostro.
— ¿Bella?
Lo miró fijamente, rezando que no le diera espalda y
cerrar la puerta.
Antes de poder decir cualquier cosa, se halló
envuelto en sus brazos. La empezó a girar, enterrando su rostro en el tórax.
El bebé se movió y pateó entre ellos y él se
congeló. Lentamente la puso de pie y se alejó. Alcanzó la hinchada barriga con
una mano trémula.
— ¿Esto es…? ¿Esto es…? —se paró bruscamente, con
voz ronca llena de emoción.
Cubrió su mano con la suya, sujetándola contra su
estómago.
—Sí —susurró ella.
Él la miró fijamente, en un silencio confuso.
Entonces la abrazó de nuevo. Enterró el rostro en su pelo y la levantó.
Después, llevó la mano entre ellos para volver a tocar su abdomen como si no lo
pudiese creer, a pesar de la evidencia.
—Nuestro bebé —susurró él.
La arrastró hacia el sofá y se sentó. Agarró sus
manos y la pujó hasta que estuvo sentada en su regazo. Entonces, puso las ambas
manos en su estómago, con los ojos llenos de alegría.
La volvió a mirar, las manos le acarició el brazo
que tuvo roto, y la herida de cuchillo que tuvo en el tórax.
— ¿Estás bien?
—Estoy bien. Ahora que estoy aquí —agregó.
Él se movió y enmarcó su rostro con sus grandes
manos y la acercó hasta besarla.
—Te he echado tanto de menos —dijo emocionado.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
—Yo también te he echado de menos.
Un ruido del otro lado de la habitación, la hizo
volver la cabeza en aquella dirección.
Se puso tensa cuando vio a Emmet y Jasper de pie en
la entrada.
El rostro del Jasper estaba sonriente, pero Emmet la
miraba fijamente en atónito silencio. Su corazón se disparó y su estómago
protestó. Él no la había perdonado por irse.
Ella se puso lentamente de pie, con los dedos
apretados.
Emmet se acercó a ella.
—Prométeme —sus ojos la miraban fijamente,
penetrando cada trocito de su piel—. Prométeme que nunca volverás a hacer una
cosa tan estúpida. Júreme que nunca nos volverás a dejar-
Voló hacia él, lanzándose en sus brazos. Él la
agarró con firmeza contra su cuerpo. La mantuvo contra su pecho, besándole el
pelo durante mucho tiempo.
Cuando se alejó, fue arrastrada para los brazos de Jasper.
—Bienvenida la casa, cariño.
La besó ligeramente y la volvió a abrazar.
— ¿Tienes algo qué decirnos? —preguntó Emmet,
mirándole el abdomen.
Ella le sonrió.
—Van a ser padres.
Jasper dio un grito y la giró por el cuarto.
—Ponla en el suelo —dijo Edward asustado—. No
necesita que la muevas como un saco de grano.
Jasper la puso en el suelo y llevó la mano a su
barriga.
— ¿Tienes hambre? ¿Quiere qué te prepare algo?
—Me muero de hambre —admitió—. No quise parar ni un
momento hasta llegar aquí.
La llevaron a la cocina y Emmet sentó a Bella en un
banco. Después se sentó detrás de ella, acariciándola con una mano.
— ¿Qué pasó? —preguntó suavemente.
Ella suspiró.
—Fue más rápido que pensamos. Jacob no mostró
ninguna señal de cooperación, ni con la amenaza de mi declaración. Entonces, la
noche anterior a la audiencia, entró con un abogado. Se declaró culpable y
firmó un acuerdo.
— ¿Ya no es una amenaza? —preguntó Edward.
Asintió con la cabeza.
—Estará en la prisión durante mucho tiempo.
—Hiciste una cosa muy valiente, muñeca —dijo Emmet—.
Estoy furioso por haberlo hecho, pero tuviste mucho coraje para hacerlo-
Le sonrió tristemente.
—Os eché tanto de menos. Me sentí tan sola.
Emmet la abrazó.
—Nunca volverás a estar sin nosotros, muñeca. Te lo
prometo —miró su barriga—. ¿Cuándo lo descubriste?
Ella bajó la mirada, sin saber si debería decirle la
verdad. Se mordió la mejilla y lo volvió a mirar.
—Lo supe antes de irme —movió la cabeza—. Fue un shock.
Con toda la pérdida de sangre, las heridas; cuando me hicieron los
reconocimientos rutinarios, confirmaron que estaba embarazada. Creían que iba a
abortar, pero no aborté. —Se paró, después continuó—. Sabía que… sabía si os lo
contaría, nunca me dejarían ir. Y sabía que tenía que hacerlo para protegeros
tanto a vosotros como al bebé.
Jasper trajo un plato y un vaso de leche. Arrugó la
nariz.
— ¿Leche?
—Para el bebé —dijo él.
Rodó sus ojos.
—Odio la leche.
—Bébelo todo —dijo con una sonrisa—. Lo necesitas,
como también el pequeño.
Ella sonrió, llena de felicidad. Estaba en casa. Era
casi como si nunca se hubiera ido. Una lágrima solitaria se deslizó por su cara
y sonrió más.
Emmet llevó la mano a su rostro y le secó la
lágrima.
—No pasó un día en el que no pensáramos en ti.
Preocupándonos por ti. Maldiciéndote —agregó con una torcida sonrisa—. Bienvenida
casa, muñeca —declaró en un tono más serio. Entonces se agachó y depositó un
beso en su barriga—. Bienvenido casa, bebé Cullen-
—Mi divorcio es definitivo —susurró ella.
—Y no pienses que vamos a esperar un día más para
hacerte nuestra —comentó Jasper cuando se sentó del otro lado de la mesa.
Un hormigueo serpenteó por la espina de Bella.
— ¿Qué quieres decir exactamente con eso?
—Quiero decir que nosotros vamos a ir mañana mismo a
conseguir una licencia. Un amigo nuestro es juez y cumplirá la formalidad. Está
consciente de nuestra situación. Mientras serás legalmente mi esposa, está
dispuesto a organizar la ceremonia para acomodar tu compromiso con todos
nosotros —dijo Emmet.
Bella los miró fijamente durante un largo momento y
sintió su corazón hincharse tanto hasta temer que estallaría. Ellos aún a
querían.
Actuaban como si nunca les hubiera dejado, como si
no han pasado casi seis meses.
—Seré realmente vuestra —dijo temerosa.
Edward bufó.
—Siempre fuiste nuestra. No te engañes en esto.
— ¿Te casarás con nosotros? —Preguntó Emmet,
acariciándole el pelo—. ¿Te quedarás con nosotros para siempre? ¿Nos amarás
tanto como nosotros a ti? ¿Serás la madre de nuestros niños?-
Se levantó y abrazó a Emmet tan fuertemente como
podía.
—Os amo tanto —susurró—. Sí. Sí, me casaré contigo.
Con vosotros.
Jasper dio un grito y Edward volvió a sentarse en la
silla, cruzando los brazos sobre el pecho en un ademán de suprema satisfacción.
Emmet le dio un besó largo y duro, dejándola
jadeante. Por la primera vez en seis meses, se permitió relajarse y disfrutar
el momento.
Mañana sería legalmente suya, aunque emocionalmente
ya les pertenecía completamente, y más importante, ellos le pertenecerían.
La vida era llena de ironías. Solo cuando huyó de un
pasado lleno de errores, encontró un futuro perfecto, tan brillante que aún
tenía problemas en creer que era realidad.
— ¿Alguien quiere jugar Monopoly? —preguntó ella.
Solo más tarde, cuando se sentaron en el balcón
mirando el atardecer, Bella se sintió realmente cómoda, como en casa. Por la
primera vez desde la muerte de sus padres, tenía la sensación de pertenecer a
alguien y a un lugar.
Emmet agarró su mano, su pulgar masajeándole la
palma.
—Te amo, muñeca.
Ella le sonrió.
—Yo también te amo —se movió para mirar a Jasper y a
Edward, ambos relajados, tranquilos—. Os amo a todos.
Jasper sonrió.
—Lo sabemos, muñeca. Al final, volviste a nosotros.
Pensé qué sólo habías publicado él primer capitulo ....leere desde dónde me quedé en FF !!!!!
ResponderEliminarQue alegría saber que la pesadilla término y que Bella regreso y embarazada ahora solo falta la boda :D
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