viernes, 14 de septiembre de 2012

La mujer de los cullen


CAPÍTULO  34


Edward se sentó detrás de Bella, rodeándola con los brazos y sus manos descansaban en su vientre. Ella se inclinó hacia atrás sobre sus pecho, la espalda acunada contra su pelvis. El levantó una mano para apartarle el pelo de la cara, mientras que otra contracción atravesaba su cuerpo.
Ella tembló en sus brazos, y él hizo todo lo que pudo hacer, para no permitir que su miedo tomara el control.
Cuando regresaron a la casa, después de ejercitar a los caballos, no había sido capaz de encontrarla en ningún sitio. En ese momento, todo un montón de terroríficos escenarios atravesaron su mente. Locuras, ideas locas, pero sin embargo le habían asustado.
Su ex marido había escapado de la cárcel. O quizás había contratado a alguien más para matarla.
Esto le trajo recuerdos de la noche en que había yacido impotente en el suelo mientras Bella había sido alejada de él. Su incapacidad para salvarla, el hecho que le había fallado cuando más le necesitaba.
Cerró los ojos y enterró los labios en su pelo. El picor de las lágrimas ardía en los parpados y tomó profundos y tranquilizadores alientos para intentar controlar sus emociones. No podía fallar. No ahora. No cuando ella le necesitaba para ser fuerte. No le fallaría otra vez.
—Respira, cariño. Respiraciones profundas. Eso es —la animó Emmet.
Emmet se posición entre sus piernas, mientras Jasper se cernió sobre su hombro.
—Ah Dios, ¡duele! —gritó ella.
Arqueó la espalda y Edward pudo sentir la tensión de su cuerpo, como una gomita completamente estirada.
—Lo estás haciendo bien, cariño. Casi estamos aquí. Cierra la boca. Respira por la nariz, aguanta y empuja. Un empujón largo. Vamos a ver a nuestro bebé.
Ante la dirección calma de Emmet, ella se tranquilizó. Edward podía sentir su inhalación profunda y luego aguantaba.
—Eso es, amor —susurró Edward en su oreja.
Las manos de Edward enmarcaron el vientre, intentando infundirle fuerza.
— ¡Eso es! —dijo Emmet con voz entusiasmada—. Vamos, cariño, un buen empujón más. Puedes hacerlo.
Un agonizante gemido rasgó la garganta de Bella y Edward se dolió por ella. El sentía su dolor. Sentía su esfuerzo. Lo vivía con ella. Dios, deseaba poder tomar su dolor. Haría cualquier cosa por que ella no sufriera así.
— ¡Aaaaah!
—Bien, descansa un minuto —instó Emmet—. La cabeza está fuera. Esa es la parte dura. Permíteme succionar y trabajaremos en conseguir que nuestro bebé haga el resto del camino hasta aquí.
Edward miró hacia abajo, para ver una ancha sonrisa partía la cara de su hermano mayor.
Detrás de él, Jasper se puso de pie, su cara era llena de asombro, de admiración.
—Necesito empujar otra vez, Emmet.
Había pánico en su voz, como si no estuviera bastante segura de que debería estar haciendo. Edward la besó en el pelo y frotó el vientre con las manos, queriendo hacer algo para consolarla.
Emmet se estiró y apretó una de las manos de Bella.
—Vamos, empuja, cariño. Un buen empujón más y habremos acabado.
La espalda de Bella se arqueó una vez más y cada músculo en su cuerpo se tensó. Luego se relajó, como un globo desinflado. Cayó en los brazos de Edward, como un tallarín débil. Respiraba de forma desigual, el pecho subiendo y bajando con esfuerzo.
Edward miró abajo una vez más y se encontró con los ojos de su hermano.
—Es un chico —susurró Emmet—. ¡Tenemos un hijo!
Una lágrima descendió por la mejilla de Edward y se apresuró a secarla con el hombro.
Jasper se acercó y Emmet sostuvo al resbaladizo bulto que se retorcía, para que Jasper lo cogiera.
— ¿Puedes ocuparte del cordón? —Preguntó Emmet—. Necesitaré cerciorarme de que sale la placenta.
Jasper se estiró reverentemente a por el bebé que gemía, con lágrimas brillando en sus ojos. Los tres hermanos intercambiaron miradas, sus ojos repletos de emoción. Edward apretó a Bella en sus brazos, la ráfaga de amor que sentía por ella tan fuerte, que era todo lo que podía hacer para contenerse.
Jasper cortó y ató el cordón, luego envolvió una manta alrededor del bebé. Anduvo y bajó suavemente el bulto a los brazos extendidos de Bella
Edward consiguió su primera vislumbre de su hijo. Bella lo sostenía en sus brazos, los dedos explorando levemente la cara y los dedos diminutos.
—Es hermoso —susurró ella, su voz pesada por la emoción.
Edward se sentó allí, sosteniéndolos a ambos en sus brazos. Sostenía todo lo que le importaba allí, cerca de él, contra su corazón. Otra lágrima bajó por su mejilla, y esta vez no la enjugó.
—Te amo —él se ahogó contra su pelo.
Jasper se inclinó para besar a Bella en la sien y luego bajó la cara para besar frente del bebé.
—Gracias —susurró Jasper—. Es absolutamente hermoso.
Bella giró la cara para sonreír ampliamente a ambos, a él y a Jasper.
— ¿Lo es, verdad?
Ella giró al bebé a su seno, ofreciéndole su pezón. Después de unos pocos momentos de que el bebé lo acariciara con la nariz y lo rozara, Bella se las arregló para que lo cogiera. Pronto estuvo alimentándose con satisfacción.
Unos pasos sonaron en el vestíbulo y un segundo después entró rápidamente la comadrona. Sonrió a Bella.
—Bien, diría que lo habéis hecho bien sin mí.
Se apresuró y tomó el control de la situación. Ahuyentó a los hombres, dándoles a cada uno una tarea diferente, asegurándoles que podrían regresar tan pronto como ella hubiera tenido la oportunidad de revisar y limpiar a la madre y al bebé.

3 comentarios:

  1. Ohhh que bonito B: un hijo para ellos tres, ¡se necesita mas acción! no es suficiente jajajaja ¡que felicidad tan envidiable!...deseos deseos...

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  2. Ahora si a formar una gran familia :D

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