viernes, 14 de septiembre de 2012

La mujer de los cullen


CAPÍTULO  32


El estaba siendo la peor clase de asno. Emmet se paró en la puerta del salón, mirando fijamente al resto de su familia. Una familia que, en su mayor parte, había evitado durante los últimos tres días.
Bella estaba tumbada en el sofá, la cabeza en el regazo de Jasper y las piernas estiradas a través de Edward. Jasper le acariciaba ociosamente el pelo con los dedos, mientras miraba la película. Edward frotaba los pies de Bella y ella estaba profundamente dormida.
Echaba de menos tocarla, sentirla en sus brazos. Siempre que estaba a su alrededor, su necesidad era un dolor palpable. Quería llevarla a la cama y follarla de una docena de formas diferentes. Y ahí yacía el problema.
Jasper alzó la mirada hacia él, levantando una ceja en una silenciosa pregunta. A pesar de su impulso de dar la vuelta y alejarse de la tierna escena de delante, en vez de eso, se sintió obligado a entrar.
No había pretendido herirla. Dios sabía que haría todo lo que fuera por no herirla, pero su intención de eludirla había hecho justo eso.
— ¿Puedes levantarla sin despertarla? —susurró Emmet a Jasper.
Jasper sonrió.
—En este momento una manada de elefantes podría atravesar esto y no se movería.
—Me gustaría algún tiempo a solas con ella —dijo Emmet, dudando.
Los tres no hacían a menudo peticiones de su tiempo. Parte de hacer que la relación funcionara, era no abrigar celos ni hacerla escoger entre ellos. Pero cada cierto tiempo, necesitaban tiempo a solas con ella. Era una necesidad que todos reconocían y respetaban.
—Claro —dijo Jasper suavemente. Salió suavemente del sofá, apartándole la cabeza de su regazo y colocándosela cómodamente en el cojín. Edward hizo lo mismo, y los dos dejaron el cuarto.
Emmet miró fijamente hacia abajo durante un largo momento, antes de deslizarse finalmente en el sofá, a su lado. Cuando le levantó la cabeza, ella se movió y se acurrucó más cerca.
Pasó la mano por toda la longitud de su cuerpo, disfrutando de la sensación de su suavidad, sus curvas, su vientre hinchado. No podía esperar a conocer a su hijo. Finalmente, su familia estaría completa.
Ella se movió contra él, y sus ojos revolotearon, abriéndose. Parpadeó y luego sonrió, sus ojos suavizándose con amor. Esa mirada nunca dejaba de cortarle la respiración. Su amor era el regalo más grande que había recibido nunca, y no era uno que tuviera la intención de perder.
—Te he echado de menos —susurró ella.
Se inclinó y la besó en la frente, mientras que los dedos trazaban un camino por su cuello.
—He sido un asno. Lo siento.
Ella levantó la cabeza para que los labios se encontraran con los suyos.
—Te amo. No eres un asno.
— ¿Podríamos ir a la cama? ¿Solo tú y yo esta noche? Quiero sostenerte a ti y a nuestro bebé —dijo.
Sus ojos resplandecieron y asintió.
—Me gustaría.
La ayudó a incorporarse y ella alzó las piernas sobre el sofá, mientras Emmet se ponía de pie. El se estiró para empujarla a su lado y luego la acunó en sus brazos, mientras se dirigían al dormitorio.
Las manos de Bella se curvaron confiadamente alrededor de su cuello. El bebé pateó y giró contra su pecho, y su puño se apretó alrededor de ella, mientras que una oleada de emoción barría por él.
Cuidadoso de no darle empujones, la sentó en la cama. Alcanzó las cubiertas y las empujó, colocándolas alrededor de su cuerpo. Cuando acabó, se arrastró a su lado y tiró del edredón sobre ellos.
La empujó más cerca de él, disfrutando de la sensación de su suave piel contra la suya.
—Lo siento si herí tus sentimientos, cariño —murmuró—. No quiero que pienses algo equivocado sobre el porqué no te hago el amor.
Ella hizo una mueca y luego en sus labios apareció en una sonrisa triste.
—Es tu manera de ser sobre protector, pero te amo mucho —dijo—. Y entiendo el porqué. No estoy de acuerdo, pero no voy a tomarlo como algo personal.
—Bien. Porque, cariño, si te quisiera más, ardería espontáneamente. Pero si te hiero… nunca me lo perdonaría.
Ella le acarició la mejilla con la mano y le acunó la mandíbula en su palma.
—Deja de torturarte. Solo sostenme. Te necesito tanto.
El corazón de Emmet dio un vuelco, y sintió una ráfaga fuerte de amor en sus palabras.
—Yo también te necesito, cariño. Nunca sabrás cuanto. Haría lo que fuera por ti. Espero que sepas eso.
Ella se levantó para besarlo.
—Si te prometo no volver a intentar violarte, ¿pararías de evitarme?
El se echó a reír. La sostuvo cerca, el pecho sacudiéndolos a los dos, mientras reía entre dientes.
—Haré un trato. Tan pronto como tengas a nuestro bebé y suficiente tiempo para curarte, te dejaré violarme todo lo que quieras.

4 comentarios:

  1. Pobrecito él pobre esta qué arde y se aguanta porque sé le afigura qué le saca él bebé !!

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  2. Yo quiero a un Emmet que me desee tanto jajajaja pequeño abstenido. Yo lo quiero violar de 12 maneras distintas ...deseos deseos...

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  3. Mientras todas hacen fila con Emmett yo me confirmó con Edward y Jasper :D

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